7 de febrero de 1939
Hoy es mi cumpleaños, hoy es el día en que me convertiré en un hombre, hoy cumplo 18 años y me llevan a la guerra.
Si no se cuenta, si no se transmite, si no se aprende de ella, la historia no es historia. O como dice el dicho, "Quien no conoce su historia esta condenado a repetirla". Por eso cuento aquí la historia de mi abuelo, para que aprendamos de lo mucho que nos puede enseñar un simple campesino analfabeto, para que su historia, su vida, no pase por las nuestras sin pena ni gloria. Quiero contar aquello que me puso la piel de gallina el primer día que lo oí, quiero compartir un pedazito de ídolo, un pedazito de genio, un pedazo de mi, un pedazo de nosotros, para que todos aquellos que tienen algo de Cobo, valoren el legado que nos deja, y para que los que no lo tienen valoren a los que sufrieron por nuestras libertades, para que sepan que en la historia de mi abuelo está la de miles de hombres y mujeres.
Mi abuelo siempre me ha enseñado que hay que compartir.
Un camión nos recoge en el pueblo, ni siquiera nos han avisado, oigo al pregonero de lejos, pero no llego a entender con claridad. Sin darme cuenta acabo dentro de un camión, con algunos mas como yo, que no sabemos porque estamos aquí, dicen que nos llevan a la guerra, pero no lo sé. Hoy es mi día, 18 años, ¿será verdad que ya puedo ir a la guerra?
El 7 de febrero del 1939, el mismo día en que cumplió 18 años, alguien decidió que mi abuelo y muchos mas como el, ya estaban preparados para luchar en la guerra. Jóvenes a los que mas tarde se les acabó llamando la Quinta del biberón, jóvenes cuyas vidas fueron marcadas para siempre. Sin entender bien el porqué, ahora están defendiendo a la república; sin saber leer ni escribir, mi abuelo, sólo sabe lo que le cuentan; aprende de memoria coplas, refranes y canciones que recordará durante el resto de su vida, y que algún día nos contará con entusiamo, un entusiasmo, a veces, casi enfermizo. El no entiende (ni quiere entender) de banderas ni de nacionalismos. Esto es una crueldad contra la humanidad y esto no hay bandera que lo justifique. Está aquí, en las Trincheras del Ebro porque lo han traído metido en un camión desde Villarejo de Fuentes, su pueblo. En las trincheras se pasa mal, sobretodo hay frío y hambre, aunque a el no le hacen hacer trabajos duros, porque es joven, bueno, por eso y porque se ha hecho amigo del coronel. Supongo que por eso de ser los dos de Ciudad Real, debe ser que cuando estás lejos de casa y la vida pende de una bala, cualquiera que lleva en piel las marcas de tu tierra es casi como tu tierra misma.
Por suerte, faltaba poco para que acabara la guerra, aunque ellos no lo supieran, así que la estancia en las trincheras se hizo dura, pero se llevo; seguro que siempre podría ser peor.
Vuelvo a estar en otro camión y vuelvo a no saber hacía donde nos dirigimos ahora. La guerra ya ha terminado. Para nosotros, los rojos, la guerra se ha perdido, aunque eso por aquí no se dice. Para nosotros, para ellos, la guerra no está perdida.
Durante mas o menos un mes perderá mi abuelo su tiempo y su juventud, encerrado en un campo de concentración en Valencia, no se donde exactamente, pero se que había millones de personas hacinadas como animales que se dejaban morir, o vivir, quién sabe.. Horrible, cruel, brutal, triste..sólo eso me explica de su recuerdo en Valencia. Un mes mas o menos estaría mi abuelo en ese campo porque llegaría su angel de la guarda, el cura de su pueblo, aquel amigo de mi bisabuelo al que mi abuelo durante la guerra y antes de llegar al Ebro, llevaba comida mientras este se escondía en el monte, huyendo de su propia muerte. Mi bisabuelo era rojo, eso si lo sé, pero la amistad estaba por encima de eso, por eso mi abuelo aprendió lo que es compartir, lo que es la bondad y la lealtad, porque él le salvo la vida a un cura , un franquista, y tiempo mas tarde el cura se la salvo a él, un rojo!
Hoy me entero de que en realidad el cura era un aval de mi abuelo. Los prisioneros debían tener avales pertencientes a diferentes grupos (Comandantes de la Guardia Civil, comandantes militares, párrocos, alcaldes, autoridades, o jefes o presidentes de entidades patrióticas de solvencia) para poder ser liberados.
Me vienen a buscar, dicen que me prepare, que me voy, por fin me sacan de aquí, por fin la libertad tiene rostro.
Tiempo mas tarde, cuando aquello estaba ya en su pasado presente, mi abuelo atrabesaba Castilla para llegar de nuevo a Valencia, con su hermano Miguel, y un par de pastores mas, al mando de sus 1000 cabezas de ganado (las 1000 cabezas mas nombradas en el orgullo pastoril de mi abuelo) cuando la notícia de que los maquis rondaban por esas tierras de alguna manera les llegó, quizá con un asesinato. Con la incertidumbre en el cuerpo continuaron el viaje, pero se detuvieron, para desayunar pan chorizo y vino, con los maquis y el comandante amigo de mi abuelo, aquel manchego que le contaba romances en als trincheras, pasaba de nuevo por su vida; Aquel hombre no se rindió a que la guerra acabará en abril del 39, hoy estaba al mando de aquella brigada de maquis.
Mi abuelo, un hombre que le gana la batalla al tiempo de forma magestuosa. Un hombre singular, con sus cosas buenas y sus cosas malas, pero sobretodo un hombre justo, un hombre que luchó, luchó y luchó por seguir adelante, luchó por estar con los suyos siempre, costase lo que costase, luchó por llevar a cabo lo que le habían enseñado, luchó por tener una família y cuidarla, luchó por la justícia y la igualdad en la medida en que pudo. Luchó por que su historia no desapareciera, y de eso nos encargaremos...
Hoy, espera ansioso la llegada de sus 90 años, ansiedad que transmite a los demás, ansiedad que se convierte en alegría, en ternura, en besos, en carícias....
Y es que 90 años es mucha historia que contar...